Sobre mí:

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Tengo más de 20, vivo aquí porque aquí nací. Me gusta la soledad, escribir y dibujar. Defiendo a los que quiero con todo lo que tengo y un poco más. Soy celosa, casi patológicamente hiperactiva, peligrosamente olvidadiza, vergonzosamente sonámbula y anacoreta de vocación. Suelo estar en el lado oscuro de la luna la mayor parte del tiempo... soñando.

martes, 30 de enero de 2007

ANOCHECER


Las esperanzas se ocultan como el sol tras los cerros
en los gélidos ocasos de los Andes.
¡Vaya triste desenlace para tan bello espectáculo!
Un balido profundo perturba el silencio del teatro: la vida.
El aire se hace extraño cuando en el horizonte
una línea de luz es el adios de una tarde más.

Cantos lejanos de grillos y sapos, o tal vez algún Apu confudido,
conforman el fondo musical.
´
Baja el telón-noche, la gente aplaude
y las estrellas se encienden numerosas sobre el antiguo anfiteatro de tierra.
Un olor a noche flota nítido en más allá.
La luz agradece y se retira. Se ha acabado la función.

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El que no haya visto un cielo estrellado en los Andes, no tiene idea de cómo luce la inmensidad. Recuerdo los creros rodeándolo todo, el frío congelando el momento y haciéndolo eterno, el olor a leña de eucalipto que parece venir de un tiempo distinto, las estrellas latiendo con más fuerza y el cielo tan cercano que uno cree que estirando el brazo podría tocarlo. En esas noches andinas, el mundo es tan silencioso y quieto que parece que sólo contiene en él fantasmas, sombras y soledad.

Cala

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