A los terrícolas

Soy Cala. Vengo de la tierra que existe más allá del dolor, en los límites imprecisos de cualquier otro mundo. Llegue hasta aquí atravezando los espacios inconmensurables que abandonó la soledad y un bosque de miedos donde el terror solía ser mi única compañía. Traje conmigo el reloj que marca el latir de mi sangre, algunos recuerdos que de vez en cuando me taladran el alma y una imaginación tras la que me escondo cada vez que el mundo real se vuelve tan difícil que creo que hasta Dios llora de impotencia.
El tiempo me abandonó a la vera de cualquier vida y dijo: Vívela. Me puso entre las manos un día más, cuando con uno menos me bastaba. Por ahora, mi única saluda es volver a ponerme mi disfraz de indiferencia y firmarle un cheque en blanco a la imaginación. Entonces basta tan sólo con cerrar los ojos para que comience a funcionar la maquiavélica maquinaria de mi cabeza y me traslade al paraíso en el que casi soy feliz. Allí puedo crear un mundo de la nada, jugar por un rato a ser Dios y vestir de realidad mis quimeras más privadas.
Pero toda noche tiene un alba y todo sueño, un despertar, y yo tengo que abandonar mi secreto Edén y continuar viviendo la vida que el tiempo me heredó, aunque despertar sea siempre tan difícil. Y yo, simple mortal, caigo de nuevo en el mismo infierno porque la vida termina siempre por arrancarle la última hoja a mi corazón de otoño y la memoria me apuñala con un recuerdo por la espalda.
Adios, terrícolas.
"Me siento como un esperma esperando en un tubo de ensayo: congelao pero vivo" -- Estopa

No hay comentarios:
Publicar un comentario